“Si bebes agua en la que se han mojado semillas de baobab, quedarás protegido de los ataques de los cocodrilos. Pero si osas arrancarle una flor, morirás devorado por un león.” Esta es la leyenda que desde hace siglos glorifica las bondades del baobab. Un árbol con tanto poder y misticismo a su alrededor que muchas personas son las que le otorgan estas magníficas cualidades.

Lo cierto es que es con casi toda probabilidad el árbol más famoso y conocido de toda África. Su espesor y color grisáceo, junto con su tronco fibroso que llega a los 25 metros de circunferencia, son perfectamente reconocibles al instante. Además, es un envidiable ejemplo de longevidad, ya que se estima que algunos ejemplares puedan alcanzar hasta los 3000 años de antigüedad. Por todo esto, en muchos países de África se considera sagrado y está estampado en pasaportes o banderas de algunos países y comunidades.

La pulpa de baobab

La pulpa del baobab una vez desecada y molida es quizás uno de los productos que más puede aportar al mundo de la nutrición. De manera natural se deja desecar dentro de la propia fruta durante el periodo de maduración y se extrae de su cápsula exterior. Después, se separa la pulpa del baobab de las semillas mediante procedimientos mecánicos en un ambiente totalmente controlado para que los factores como el calor y la luz no afecten al nivel de nutrientes que el fruto contiene.

Según diferentes análisis que se han realizado de la composición química de la pulpa del baobab, los principales componentes de la fruta del baobab son las vitaminas hidrosolubles (B1, B2, B3, B6 Y C), los carbohidratos (más almidón que azúcares), una amplia variedad de minerales (como el calcio, el hierro, el magnesio o el potasio) y la fibra (tanto soluble como insoluble). Tan solo la pulpa del baobab es capaz de multiplicar por seis la cantidad de vitamina C que contiene la naranja. Concretamente el baobab contiene hasta 300 miligramos por cada 100 gramos.

Otro contenido importante del que puede presumir el baobab es el ácido ascórbico. Un nutriente que juega un papel fundamental e importante desde el punto de vista terapéutico. Un nutriente que ayuda a la absorción intestinal del hierro y el calcio, y que con tan solo 25 gramos podremos cubrir los requisitos mínimos diarios, que en adultos son de 60 miligramos de ácido ascórbico al día.

Semillas de Baobab, plantando salud

La semilla es una parte muy importante del fruto, ya que representa casi el 40% del peso total de este. Apenas mide unos milímetros y está compuesto por una piel externa de color parecido al del café, y un núcleo de color blanco muy rico en ácidos grasos y proteínas. Su alto contenido en nutrientes como la Cisteina, Arginina o Riboflavina ha hecho que desde hace siglos se extraiga el aceite para su uso tanto cosmético como alimenticio. Puede tanto cicatrizar e hidratar la piel, como ser tostada y reemplazar al café en nuestra alimentación.

Hojas de baobab

También muy respetadas por las personas que comparten su hábitat con el baobab. En las zonas especialmente áridas y, por tanto, muy pobres en vegetación, supone una fuente nutricional muy importante. Tradicionalmente se han consumido crudas o hervidas, aunque existen lugares en los que también de desecan y muelen antes de su consumo.

Las hojas del baobab también son ricas en minerales, vitaminas y aminoácidos. En sus hojas se pueden encontrar altas concentraciones de calcio y fósforo, siendo también rica en vitamina C y, especialmente, B3. En cuanto al aspecto nutricional, puede ser considerada una gran fuente de proteínas. Es considerado como un suplemento nutritivo rico en cereales, válido tanto para los humanos como para los animales. Potasio, magnesio, zinc o manganeso son algunos de los componentes que completan el análisis de la hoja de baobab.

Además de estas propiedades que tienen sus distintas partes, el baobab reúne a su alrededor un amplio abanico de leyendas y mitos. Entre los más bonitos está el que cuenta que el baobab era un árbol tan tan presumido, que un dios celoso le dio la vuelta. Desde entonces sus ramas se encuentran enterradas y sus raíces crecen hacia arriba.


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